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Giordano Bruno, una antorcha en la oscuridad

“La ciencia es la observación de los objetos por medio de los sentidos; la filosofía es el conocimiento de la unidad por encima de estos objetos. Cuando se llega a conocer esta unidad, es cuando verdaderamente se es filósofo.”

Giordano Bruno

Su origen

Un faro irrumpe en las tinieblas de la Edad Media para dar su luz a la humanidad, su nombre Giordano Bruno.

Giordano Bruno o Bruni nace en el año 1548, en Nola, villa cercana a Nápoles, Italia. Hijo de Giovani y Fraulissa Savolina, su nombre de bautizo fue Filippo, que cambió cuando visitó el hábito religioso.

De su padre, se sabe que fue soldado y de origen noble, de carácter frío, bien equilibrado y a veces demasiado severo. Por otro lado, su madre era una mujer dulce, piadosa, cuyo deseo más vivo era ver entrar a su hijo en una Orden monástica. De estos dos caracteres tan distinto y opuestos en todo, nació aquel hombre de fuego, aquel caballero errante de la ciencia, de alma ardiente, espíritu, sutil y orgulloso, orador inspirado, escritor que escribe como habla, arrebatado a veces por la ola de elocuencia desbordada, de fatal facilidad.

Después de haber recibido las enseñanzas en la casa paterna, parte a Nápoles con escasos 10 años a estudiar Ciencias Humanas, Lógica, Dialéctica, entre otras disciplinas propias de su tiempo. Se desconoce sobre sus primeros maestros y consecuentemente, poco se conoce del primer guía que tuvo en el campo de la Filosofía. A los quince años, los deseos de la madre fueron escuchados, repleto con las ideas de Pitágoras, Plotino y Proclo, entró en un convento de dominicos. Los monjes, encantados de su precoz talento, le dieron el nombre de Giordano, o sea, el del sucesor de Santo Domingo. Así dio los primeros pasos en el camino que luego lo condujo a la hoguera en el Campo de Flores.

Su camino

La vida monástica de Bruno comprende un espacio de trece años, desde 1563 hasta finales de 1576, que puede dividirse en dos periodos, uno noviciado y otro de sacerdocio, marcado por dos procesos religiosos.

Después del año de noviciado, fue admitido para hacer solemne profesión en el mismo convento de San Dominico Mayor. Fue conocido por su carácter veraz y agudeza mental.

Hacia 1572, fray Giordano fue al convento de San Bartolomé en la ciudad de Campaña. Allí cantó su primera misa, y luego peregrinó por otros conventos napolitanos sin quedarse mucho tiempo en ellos.

Tras manifestar sus opiniones heterodoxas, discordantes con los principios profesados por la iglesia, se presenta un proceso en su contra, esto lo obliga a huir al convento de Minerva en Roma, en 1576. Sin embargo, a pocos días de su llegada, es informado por sus amigos del traslado de los documentos relativos a su proceso. A partir de esta fecha, depone el hábito de la Orden, empezando sus peregrinaciones a través de Europa; en parte enseñando, y no menos huyendo del proceso inquisidor.

Se sabe por otra fuente que estuvo en Oriente, en la India y en Egipto, aunque no se tienen registros de estos viajes, que seguramente guardan íntima relación con su condición de filósofo.

Su destino

Corría el año 1592, y tomó contacto con Giovanni Mocenigo, lo más probable es que le enseñara un poco de todo. Mientras retocaba algunas de sus obras (Dei Predicamnti de Dio; Sette Arti Liberali; Triginta Statuas (Padua)), pero fueron confiscados cuando fue arrestado.

Bruno habitaba en casa de Mocenigo, y éste al poco tiempo empezó a mostrarse disgustado con él y lamentarse de que no le enseñaba cuanto había prometido. Por otra parte, Bruno, que deseaba cumplir escrupulosamente con el deber asumido, comenzaba a aburrirse de las exigencias del alumno; de esta manera maestro y discípulo, estaban mutuamente descontentos y desconfiados.

Las cosas continuaron así, y Giovanni Mocenigo, por orden de su confesor o por sus escrúpulos de conciencia, denunció al Tribunal de la Inquisición a su maestro. De esta forma Bruno fue capturado el día 23 de mayo de 1592.

Tras largos interrogatorios y humillantes torturas, fue encerrado por ocho años en los I Piombi, cuevas submarinas, que pueden desquiciar a cualquiera. Durante estos años se le quiso hacer desdecir de sus enseñanzas respecto a la existencia de otros mundos semejantes a la Tierra, los que estarán, asimismo, habitados por otras formas de vida.

Más valiente que Galileo y menos político que Paracelso, no faltó a verdad y ello le costó ser entregado a las llamas el 17 de Febrero de 1600 en el Campo di Fiori.

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